El 19 de septiembre pasado se produjo una nueva presentación -la tercera- de Gogol Bordello en Buenos Aires ante un Groove desbordante de fanáticos del octeto liderado por el desopilante y talentoso Eugene Hütz.
Sonaron las campanas del ritual en los alrededores de Plaza Italia y los feligreses más anárquicos pararon sus orejas y comenzaron a desfilar hacia Groove.
Sobre las 21:30hs el colectivo multicultural más ruidoso de la actualidad (con permiso de Kultur Shock) arrebataba el escenario con dobles ganas: las del día de la fecha y las del show tristemente cancelado el año pasado.
El sonido es el de We Rise Again del recientemente lanzado «Pura Vida Conspiracy». La épica se mezcla inmediatamente con la furia, el combo es irresistible y entre el variopinto público y la banda se inaugura otra festividad familiar. Las cervezas toman el lugar de los spaghetti en esta gran mesa y se vive el momento de la mano de dos ases en la misma manga: Not A Crime y el himno de los inmigrantes existenciales Wonderlust King.
De ahí en más, algunas conclusiones:
1- Que Gogol Bordello se entiende cada vez mejor con el público local. El hecho de que entre los integrantes de la banda se puedan contar media docena de pasaportes de distintos colores, se ve reflejado en un público variado que compra el ticket del show con la misma idea fija de pegarse un buen fiestón.
2- Que el carácter latino que imprime el multi instrumentista ecuatoriano Pedro Erazo, tiene que ver con ese éxito regional ya establecido. Nota: sobre el final del show Pedro invitó a todos los presentes a un after-party dando dirección y todo. Un efectivísimo método de divertirse aún más y, lo más importante para los fans, seguir afianzando credibilidad. Aplauso a la actitud.
3- Que a pesar de ya no contar con los históricos Oren Kaplan (guitarra) y Yuri Lemeshev (acordeón) la banda sigue estando entera, sin fisuras a la vista ni al oído. El espíritu de Eugene Hütz se mantiene suficiente como para olvidarse por completo de estos cambios de formación.
4- Que Gogol Bordello se va convirtiendo en un clásico (¿de culto?) de esta época. Hay imágenes de las que no se puede escapar fácil y que generan algo más que regocijo musical. Vamos a ver, el momento en que sobre un dub nebuloso la guitarra eléctrica, el charango y el violín se alinean cual Gene Simmons y Ace Frehley en pleno riff de “Cold Gin” es todo un monumento a la diversidad y la investigación sonora (sin portes académicos, desde el corazón), que más de uno supimos apreciar.
Con los presentes que se apiñaron contra el escenario bañados en vino tinto gentileza de Eugene, la ceremonia llegaba a su fin con una preciosa versión de estudio de “Redemption Song” mientras la banda saludaba y respiraba hondo antes del fiestón que seguiría en algún lugar dela avenida Córdoba.