La saxofonista británica se presentó, junto a su grupo, por primera vez en Buenos Aires y superó todas las expectativas ante un numeroso público que asistió a Niceto Club en la segunda jornada del South London Festival. La apertura estuvo a cargo del quinteto Fernandez 4.
Texto: Norberto Cambiasso
Fotografía: Pablo Astudillo
Supe por primera vez de la joven escena de jazz en Londres gracias a We Out Here, una compilación ideada en 2018 por el saxofonista/ clarinetista Shabaka Hutchings, partícipe incansable de proyectos disímiles como Sons of Kemet, The Comet Is Coming y Shabaka and the Ancestors. Allí se acumulaban los nombres como talismanes de lo nuevo por venir: Ezra Collective, Kokoroko, Moses Boyd, Maisha, Theon Cross, Joe Armon-Jones. Y entre todos ellos, inaugurando el segundo de los dos LPs., “Once” de Nubya Garcia: un fragmento de cinco minutos y medio que corteja al hard bop pero va creciendo en intensidad gracias a los teclados de Joe Armon-Jones, con un contrabajo omnipresente (atención de Daniel Casimir) y el saxo tenor de Nubya que escancia los acordes, a mitad de camino entre John Coltrane y Dexter Gordon. Todo impecablemente unido por la batería de Femi Koleoso, el cerebro detrás de Ezra Collective.
Y es que esta nueva escena es bien promiscua, con todos sus participantes intercambiando músicos y proyectos en un sinfín de colaboraciones espontáneas. O para decirlo de modo más justo, menos maledicente, se trata de un considerable grupo de gente, en la segunda y tercera década de sus vidas, que poseen un sentido muy desarrollado de la idea de comunidad. Por eso es común verlos compartiendo conciertos y jams en sitios como la Church of Sound, una capilla del este de Londres, o el Total Refreshment Centre de Dalston. Del punk parecen haber heredado cierta estética del Do It Yourself y una férrea voluntad independiente. La infraestructura del movimiento la brindan estaciones de internet como NTS y Worldwide FM, o una compañía promocional devenida en sello discográfico conocida como Jazz re:freshed. Y muchos de ellos se formaron en Tomorrow’s Warriors, suerte de organización escolar en el Southbank Centre que promueve jóvenes talentos, particularmente mujeres y músicos de color.
“Lo que de momento nos distingue del jazz americano es que los músicos de jazz británico mantienen una conversación con África y el Caribe”, afirma Shabaka, quien completa: “Dub, dancehall, calipso, soca, Afrobeat, highlife, township jive, nyabinghi –todo pasado por el filtro del rave, el house y el hip-hop. No oigo demasiado de eso cuando escucho jazz americano”.
Mucho de eso pudo escucharse durante el concierto de Nubya Garcia en Niceto el pasado miércoles. Con una formación de cuarteto que incluyó al mencionado Daniel Casimir en contrabajo, Sam Jones en batería y los teclados de Deschanel Gordon. La excusa consistió en la presentación de Source, su reciente álbum debut. De hecho, el tema que titula el disco comenzó con un marcado dub que lo acercaba al reggae y persistía un tanto modificado, mientras las evoluciones del saxo de Nubya entablaban un diálogo con los teclados. El uso de la electrónica multiplicaba y retardaba los sonidos, un efecto de delay que se volvía especialmente audible en las percusiones ejemplares de Jones.
Se ha hablado mucho de la influencia de Coltrane y Gordon en la manera de tocar el tenor de Nubya. Pero la de Sonny Rollins y la de Pharoah Sanders parecen tener el mismo peso. Una veta de spiritual jazz que fue apenas uno de los ingredientes de la mágica pócima de esta hija de inmigrantes afrocaribeños, tal como pudo apreciarse en la noche del miércoles en piezas como “Pace” y “The Message Continues”. Tal vez el punto álgido haya sido “Lost Kingdoms”, cuya improvisación extendió la versión de su EP inaugural –Nubya’s 5ive– y convocó los fantasmas de A Love Supreme, ese clásico del jazz de todos los tiempos. Entre tantos ritmos latinos y africanos -que incluyen la cumbia colombiana en un tema de Source que no hicieron aquí en Buenos Aires- sorprendió en cortes como “Inner Game” la similitud de la paleta sonora con cierto jazz rock de los setentas, antes de que la presencia obsesiva del funk lo convirtiera en una fusión más comercial. Pienso en grupos como el primer Return to Forever o en algunas cosas de George Duke. Tal vez haya sido mi imaginación, dado que no he encontrado mayores referencias a esta tradición cuando la prensa suele comentar los lineamientos musicales del cuarteto.
En todo caso, su absorción de diversos géneros musicales fue poco menos que prodigiosa, hasta alcanzar una alquimia colectiva que tendió a trascenderlos a todos. Porque para Nubya, cuando se dirigió al público porteño aquella noche, lo esencial consistía en compartir la música en una suerte de comunión que acercara a la audiencia (“the audience”, decía constantemente) con los músicos que estaban sobre el escenario. Y vaya que lo logró.