Algunos motivos para considerar el regreso del grupo en el MALBA como uno de los mejores shows de 2019.
Fotografía: María Belen Martín y Rodrigo Mendoza
1- Dos noches en el MALBA, una con la proyección de una película que daba cuenta de varios de sus recitales históricos (el concierto para las plantas en las afueras del Centro Cultural Recoleta y la presentación en Nueva York con Lee Ranaldo, entre otros) y otra con el regreso tras más de una década del trío conformado por Miguel Tomasín, Alan Courtis y Roberto Conlazo (con su hermano Pacu como invitado). La excusa era la presentación de un box set de grabaciones inéditas, y el marco era el ideal: el combo en el MALBA como una oposición a la idea del rock como entidad del pasado digna de ser exhibida en un museo. Acá la obra era una performance más viva que nunca. Y los museos albergan performances. Entonces Reynols, arte latinoamericano contemporáneo en el mejor lugar posible. Y a sala llena, como corresponde.
2- Reynols en vivo logra hipnotizar a la audiencia. Sus recitales son ceremonias religiosas paganas donde el culto es dirigido desde arriba del escenario para lograr efectos modificadores de la realidad entre la audiencia. Hay situaciones en donde el ruido blanco de las guitarras queda opacado por la base metronómica, en una situación de escucha similar al que se da con los japoneses de Les Rallizes Denudes. Y otras en donde todo es sorpresa: nadie (ni siquiera los músicos) saben donde los disparará la situación de improvisación. Riesgo, audacia, desparpajo: el rock supo ser así, y Reynols desde el presente rescata el pasado para transformarlo, en tiempo real y de manera sincrónica, en futuro.
3- No hay pantallas. Tampoco vestuarios sofisticados, sólo las gafas oscuras de rigor por parte del trío. La puesta en escena es sobria, mínima. Las pocas veces en las que la banda se dirigió al público fue para agradecer o para pedir una suerte de zumbido de abeja dirigido por Conlazo en función a la musicalidad del una de las canciones.
Pocos de los asistentes deben tener alguno de sus CDs en formato físico, ninguno la discografía completa (no es delirante suponer que los músicos tampoco) y sin embargo no hay pose. Escuchar, percibir, aprender y, porque no, hasta desilusionarse. Reynols busca minimizar (sobre)impactos y volver a las fuentes, sin que eso implique un ejercicio retro. Reynols aún hoy busca abrazar el porvenir, más allá de que el box set contenga ediciones de antaño. Reynols como equivalente al Aphex Twin que editaba cosas que no se sabía de cuando eran para sonar veinte años adelantado, o el que inundó Soundcloud con millones de tracks que aún hoy no deben haber sido escuchados de manera completa.
4- Y en el medio de las improvisaciones, interpolaciones de clásicos como Popotitos o una versión a lo Sun Ra de Bésame mucho con Tomasín comandando la nave sonora desde los teclados. Reynols homenajeó al hombre de Saturno de la mejor manera: con una música extraterrestre, sin ningún correlato con la realidad. Música en libertad, alta tensión sonora. El mejor momento de la música argentina de 2019. Dichosos los que lo pudimos ver en directo. Para los demás, se dice que puede haber revancha con una grabación en formato físico de este recital. O no: no olvidar «Gordura vegetal hidrogenada», ese álbum desmaterializado en estos tiempos Spotify. Lo que parecía una broma se transformó en una realidad que, como siempre, imita a la ficción.