Se cumplen 50 años de la creación de ECM, el sello de Manfred Eicher que cambió nuestra manera de escuchar jazz
Fotografías: Laura Tenenbaum
Fotografía de portada: Deborah Feingold
Cincuenta años atrás comenzaba una de las aventuras discográficas más interesantes y sofisticadas del jazz moderno, Manfred Eicher, fundaba ECM, Edition of Contemporary Music. Este sello independiente, nacido en Munich, Alemania, con más de 1500 álbumes editados, logró hacer una silenciosa revolución no sólo por los grandes artistas de su catálogo sino por su cuidado sonido. Sí, existe un sonido ECM pero, por cierto con una estética completamente inusual para el jazz de los años sesenta y setenta, tiempos de generosa intensidad. Eicher no sólo produjo el sonido del sello, también diseñó la artística a través de las imágenes de las tapas, sus colores, su tipografía que se convirtieron en señales inconfundibles de buen gusto.
Si mirásemos hacia atrás veríamos que hubo tres grandes etiquetas en el jazz moderno, Blue Note, Impulse y ECM; ahora bien, las dos primeras surgieron a partir de lo que sucedía en la escena musical, es decir, de alguna manera registraron a través de sus discos el momento que acontecía en el jazz. Precursoras ambas de grandes talentos que desde sus discos se erigieron como referentes ineludibles del jazz.
ECM hizo otro camino; creó su propia escena, algo así como que nos llevó a disfrutar de una nueva forma de hacer jazz, con propuestas minimalistas, de estética despojada y siempre con una especial atención a la sonoridad; el sello dio así uno de los primeros pasos para abrir seriamente las fronteras del jazz a la músicas del mundo, un aspecto que reflejó una actitud adelantada de Eicher. Ahora bien, cuando decimos que creó su propia escena nos referimos a que no todos los grandes artistas del jazz pudieron ser parte del catálogo ya que la orientación hacia una estética muy definida no fue artículo de negociación.
El mejor sonido después del silencio representa una definición exacta de este proyecto que se enfoca en un principio de austeridad musical, sin estridencias. Vamos un poco más allá y además del sonido, ECM impone música creativa. En efecto, el larguísimo espinel de su catálogo es contundente es este aspecto. Donde busquemos hay creatividad; un bien bastante escaso y que redunda en el nivel de este sello que desarrolló un concepto en donde más allá del artista, lo que se asegura es la calidad de la música. Eicher logró una utopía. El sello recibió distinciones por sus producciones como Grand Prix du Disque (Francia), Premio Edison (Holanda), el Premio de la Academia (Japón) y el Premio Grammy (EE.UU), premios otorgados no por su potencial comercial sino por su calidad. Por ejemplo, la encuesta de críticos internacionales de la Down Beat eligió como etiqueta del año a ECM y productor del año a Manfred Eicher en 2008, 2009, 2010, 2012, 2013 y 1014. “La música es el centro de mi vida; el núcleo esencial y todo lo demás irradia de ella. La música es mi vocación; creo que las sesiones de grabación deben tener un ambiente único que encienda el deseo de cambiar algo o, si es necesario, hacerlo mejor. Por ejemplo, cuestionarse, apartarse de los procedimientos ideados durante los ensayos o que salieron muy bien en los conciertos pero que cambian en la soledad del estudio donde se centran en otros oídos y requieren transformación”, declaró Eicher tiempo atrás y nos revela quizás una de las claves del material editado por su sello.
Todo comenzó el 24 de noviembre de 1969 con la grabación de “Free At Last”, del trío del pianista Mal Waldron, con Isla Eckinger en contrabajo y Clarence Becton en batería en el estudio Bauer, en Ludwigsburg, en la vieja Alemania occidental. Las críticas del primer disco de ECM no hacían presagiar que estábamos ante un sello que se convertiría en vanguardia discográfica. La reseña de AllMusic, por ejemplo, decía: “un disco que tiene momentos impredecibles”. Como dice el Tao, “un viaje de mil kilómetros comienza con el primer paso”.
La lista de músicos que grabaron para el sello es interminable pero hay algunos nombres que son claras señales del nivel que tiene el sello: Keith Jarrett desde ya, Egberto Gismonti, Jan Garbarek, Chick Corea, Dave Holland, Ralph Towner, John Abercrombie, Paul Bley, Kenny Wheeler, Pat Metheny, Jack DeJohnette, Dino Saluzzi, Enrico Rava, Paul Motian, Joe Lovano, Bill Frisell, Chris Potter, Don Cherry, Lester Bowie, Esbjörg Svensson, Art Ensamble Of Chicago hablan de un espíritu integrador con una mirada francamente jazzística. En 1984, Eicher crea New Series, para música escrita, con el lanzamiento de “Tabula Rasa”, de Arvo Pärt y que tiene en su catálogo a György Kurtág, Helmut Holliger, Steve Reich, Tigran Mansurian y Meredith Monk, entre muchos otros. En esta nueva serie editaron en 2000 “The Seasons”, música de John Cage, interpretada por Margaret Leng Tan y disco que incluye el estreno de la obra “Setenta y Cuatro”. Desde el lado de los músicos una palabra que gira en torno de todas sus declaraciones sobre la relación que tiene con Eicher es “libertad”.
El 1° de noviembre, en el Lincoln Center, de Nueva York, se festejaron los 50 años de ECM con un concierto que incluyó a Gismonti, el trío de Joe Lovano, Marilyn Crispall y Carmen Castaldi, a Wadada Leo Smith, a Vijay Iyer, a Brill Frisell, a Nasheet Waits, al trompetista Avisahi Cohen y al pianista Craig Taborn con propuestas que llevaban el sonido del sello, ese intimismo austero pero profundo, discreto pero intenso.