Wooten Trío: Una noche de grandes improvisadores

Victor Wooten en bajo, Bob Francechini en saxo y Dennis Chambers en batería transformaron la potencia en una áspera poesía.

Fotografía: Tomás Irusta

La presentación del trío del bajista Victor Wooten despertó una enorme expectativa en una audiencia que disfrutó en el Teatro Coliseo con este innovador instrumentista y su amplio territorio estilístico; un músico de un enorme talento que desde diferentes proyectos construyó un repertorio variado en climas y estilos, por cierto, anudados desde su bajo. Con Dennis Chambers en batería y Bob Franceschini en saxo y flauta, el grupo se zambulló en las composiciones de su último trabajo «Trypnotyx» (2017), un álbum que refleja esa búsqueda por seguir ampliando las fronteras del funk fusión. Wooten trajo a Buenos Aires un show con música y sonidos pregrabados (incluso voces) que le dieron al concierto un espíritu moderno desde el que edificó una propuesta potente y con la improvisación como protagonista.

Sin llegar a ser un músico conocido, Wooten figura entre los diez mejores  bajistas de todos los tiempos, ganador de cinco premios Grammy y es un artista de un virtuosismo exuberante; lejos de dormirse en los laureles, el bajista mantiene el mismo entusiasmo que exhibía cuando era parte de la banda del banjoísta Bela Fleck, con quien piso por primera vez la Argentina. Un músico creativo que por momentos se embarcó en titánicas carreras que cubrieron kilómetros de territorio musical, desde el funk, atravesó el rock, el jazz y hasta el flamenco. Por momentos es demasiado y entonces sigue el saxofonista Franceschini (ex Mike Stern y Yellowjacquets), un tenorista que recuerda bastante a Gato Barbieri, sonoridad áspera, plateada, poco producida, casi como un cuerno y con un intenso uso de pedales que le dieron de a ratos a la música una sonoridad orquestal. Tuvo momentos brillantes en sus contrapuntos con Wooten, donde se mostró como un improvisador de lenguaje amplio y sólida experiencia. En un costado del escenario, otra de las figuras de la noche, Chambers, uno de los pocos bateristas que puede seguirle el tren al bajista y enzarzarse en esas batallas sin dar un paso atrás. El músico tuvo una noche impecable con un rendimiento increíble y que pone una luz de optimismo tras sus serios problemas de salud que lo obligaron a bajarse de varios proyectos. Ahora bien, más allá de la infinidad de proyectos en los que participó (a Buenos Aires vino con Mike Stern y con Carlos Santana), Chambers sigue sorprendiendo por su tremendo punch y un depurado estilo que reúne a la técnica con una fuerza motriz importante.

Comenzaron con DC10, una composición basada en un cuadro de cambios que el trío desarrolla con fluidez; el ritmo que crea Wooten está sostenido en una derecha muy rápida que incluso se traslada al diapasón y que matiza con slaping; Fraceschini ataca una línea con un dejo latino que va creciendo en crispación; detrás Chambers edifica un ritmo impetuoso, sostenido en doble tiempo. El trío tiene una sonoridad saturada y la música por momentos no parece seguir una sola dirección sino más bien tres caminos que se abren sobre el escenario.

Entre las perlas de la noche están My Life, del disco «What Did He Said» (1997), en la que hizo una larga introducción como solista, algo que la audiencia esperaba, y en la que creo una atmósfera cambiante, cargada de electricidad y de unas líneas rasgueadas en el bajo que salieron desde el Coliseo y llegaron a Andalucía. Un tema en el que canta con un tono casi romántico. La flauta de Franceschini agregó un clima etéreo, sutil. 

Zenerg y Caught In The Act fueron piezas para el lucimiento del saxofón y la batería, respectivamente, y que confirma que es un trío de solistas. Diferentes enfoques hicieron que este tramo del concierto tuviese un contenido diferente porque  Wooten cede el protagonismo y se convierte en un creativo interlocutor. Luego, vendrá un tema solo del bajista que basó buena parte del desarrollo en tocar diferentes motivos rítmicos enlazados por la electrónica, aquí Wooten se explayó hasta convertir su solo en algo previsible e incluso tedioso.

Cerraron con Funky D, un tema potente con ajustados breaks de Chambers y un duelo de bajo y saxo terrorífico, todo bajo un clima fiesta como sólo puede darlo el funky. Un concierto con grandes dosis de improvisación y composiciones melódicamente modestas enriquecidas por el ángel de un intérprete incomparable.

 

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